Hola, ¿qué tal? Bienvenidos a este espacio donde nos gusta mirar un poco más allá de lo evidente. Hoy quiero que hagamos un ejercicio juntos. Alguna vez me puse a pensar, y quiero que ustedes lo piensen conmigo... ¿cuál es el viaje completo que hace un medicamento?
O sea, lo imaginamos saliendo de un laboratorio, pero ¿y después? Desde que lo fabrican hasta que lo tenemos en la mano, hay una etapa ahí medio invisible. Y es una etapa crucial, una donde las cosas pueden salir muy bien... o bastante mal. Un eslabón que puede determinar si ese medicamento que tanto necesitamos va a funcionar, o si va a ser ineficaz... o incluso peor.
Hoy vamos a meternos de lleno ahí, en esa etapa clave. Quiero que exploremos juntos lo que se conoce como las Buenas Prácticas de Almacenamiento y Distribución, las famosas BPAD. He estado revisando un material de capacitación muy completo sobre esto, enfocado en lo que pasa en el lugar que todos conocemos: las boticas y farmacias de nuestro barrio. Y mi idea hoy es extraer la esencia de todo eso y compartirla con ustedes.
Porque, a ver, arranquemos por lo básico. Muchas veces escuchamos estas siglas, BPAD, y pensamos: "Uf, más burocracia, más papeles". Pero les aseguro que va mucho más allá. Es, literalmente, proteger nuestra salud. Es la barrera que evita que nos lleguen productos falsificados, adulterados o que simplemente se han deteriorado por un mal almacenamiento.
Para mí, el impacto es doble. Por un lado, te asegura que tu tratamiento sea seguro y funcione. Pero por otro, y esto me parece fundamental, mantiene nuestra confianza en todo el sistema de salud. Esa confianza es un pilar clave.
Y claro, esto no es que cada uno haga lo que le parezca. Detrás hay normas, regulaciones locales e internacionales, y figuras con una responsabilidad enorme, como el Director Técnico de la farmacia.
Pero las normas te dicen "el qué", no siempre "el cómo" del día a día. Para asegurar que todo se cumpla de forma consistente, se necesita una estructura interna. A mí me gusta pensarlo como si fuera el sistema operativo de la calidad de la farmacia. Un Sistema de Gestión de la Calidad. Y no es solo un manual guardado en un cajón, ¿eh? Incluye herramientas súper potentes, como la gestión de riesgos —o sea, pensar activamente qué podría salir mal y cómo lo prevenimos— y el manejo de desviaciones y las famosas acciones "CAPA", que son las medidas para corregir un error y, sobre todo, para que no vuelva a pasar.
Entendido. Ese es el marco general, el sistema. Pero, ¿cómo se ve esto en la práctica? Empecemos por lo más importante: la gente, el personal.
El material que estuve viendo es muy claro en esto: no alcanza con tener empleados. Tienen que estar bien capacitados, saber exactamente cuáles son sus responsabilidades, tener un organigrama claro. Y me llamó la atención un detalle que parece obvio, pero que es crucial: las normas de higiene. Se insiste mucho en prohibir comer, beber o fumar en las áreas de almacenamiento. Y no es un capricho. Son barreras físicas para evitar contaminar los productos. La competencia de la gente, su ética... son la primera línea de defensa. No son solo despachadores, son custodios de la calidad.
Y si las personas son una pata de la mesa, la otra, sin duda, es el lugar: las instalaciones.
El espacio físico es fundamental. Piénsenlo, no son solo cuatro paredes. Todo está pensado: las superficies deben ser lisas, fáciles de limpiar, sin poros. La distribución tiene que ser lógica, con áreas separadas y bien señalizadas. Hay un área para recibir la mercadería, otra para lo que se llama cuarentena, que es como una sala de espera donde el producto se revisa antes de ser aprobado. Luego está el área de productos aprobados, el stock listo para la venta, y hasta zonas para devoluciones o productos que se darán de baja. Y por supuesto, todo con un control de acceso estricto.
Y acá viene un punto que a veces se nos escapa: el control ambiental. No es solo tener un techo. Hay que manejar la temperatura, la humedad, proteger los productos de la luz, incluso tener un control de plagas. Porque muchísimos fármacos son súper sensibles. Un cambio de temperatura los puede degradar, hacer que pierdan potencia. Por eso los equipos, como los refrigeradores o los aparatos que miden la humedad, tienen que estar calibrados y con un mantenimiento constante. Y todo, absolutamente todo, debe quedar registrado. Esas planillas de temperatura que vemos a veces no son para llenar papeles, son la prueba viviente de que la calidad se ha cuidado en cada momento.
Tiene lógica, ¿verdad? Si ya tenemos el ambiente controlado, sigamos el camino del producto. Todo empieza en la recepción, que es muchísimo más que solo recibir una caja.
Es el primer gran punto de control. Yo lo veo como una aduana. Primero, se verifica que el proveedor y el transportista sean de confianza. Luego, se revisa el paquete: ¿llegó golpeado, mojado? Después, los papeles: ¿coincide la factura con lo que pedimos? Y finalmente, se mira el producto: la etiqueta, el lote, la fecha de vencimiento... ¿todo está en orden? Si todo está bien, el producto sale de esa "cuarentena" que les mencioné y pasa al almacenamiento.
Y ahí, en el almacén, hay una regla de oro: el método FEFO, o como decimos en español, "Primero que Vence, Primero que Sale". La idea es simple: usar siempre los productos que tienen la fecha de caducidad más cercana. Hacerlo de forma rigurosa evita que se nos venda algo vencido por error.
Todo este control nos lleva al momento de la verdad: la dispensación. Cuando el producto llega a nuestras manos. El proceso implica verificar la receta, seleccionar el producto exacto y, un paso que me parece genial, la doble verificación. Que otra persona o un sistema confirme que es el producto correcto antes de entregarlo. Esto reduce muchísimo el riesgo de un error humano. Y si pedimos a domicilio, la responsabilidad continúa: el embalaje y, si es un producto de frío, mantener esa cadena hasta la puerta de nuestra casa.
Y es justo aquí, en la dispensación, donde toda esta logística se conecta con nosotros a través de lo que se llama atención farmacéutica. No es solo dar una caja. Es informar cómo se usa, advertir de posibles efectos, estar atentos. Es el puente entre la técnica y el cuidado de la salud.
Claro que, como se imaginarán, hay productos que son casos especiales. Los de cadena de frío, por ejemplo, esos que van entre 2 y 8 grados. Para ellos no sirve una heladera común; se necesitan equipos validados, con monitoreo continuo, alarmas y planes de contingencia por si se corta la luz. O las sustancias controladas, que van bajo llave, con un registro detalladísimo de cada pastilla que entra y sale.
Revisando todo esto, me doy cuenta de que hay algo que se repite una y otra vez: la documentación. Hay una frase que lo resume perfectamente: en el mundo de las BPAD, si no está escrito, no pasó.
Y ustedes se preguntarán, ¿para qué tanto papel, tanto registro? La respuesta está en una sola palabra: trazabilidad. Poder reconstruir la historia completa de cualquier producto. Y eso es vital si aparece un problema, si hay que gestionar una devolución o, en el peor de los casos, hacer un retiro del mercado de forma rápida y eficiente.
Como ven, este sistema no es algo que se monta una vez y te olvidas. Exige estar encima, mejorar continuamente a través de autoinspecciones y auditorías. No es una foto, es una película en constante movimiento.
Al final, para mí, cumplir con las BPAD protege por partida doble. Nos protege a nosotros, los pacientes, asegurando que lo que recibimos es seguro y eficaz. Y protege a la propia farmacia y a la profesión, manteniendo estándares altos de calidad y de servicio.
Y esto me deja con una reflexión final... Dada la complejidad y lo vital que es todo esto, ¿cómo nos aseguramos de que se aplique con el mismo rigor en todos lados? Desde la gran cadena de farmacias hasta la pequeña botica de un pueblo apartado. Y mirando al futuro, ¿cómo podrían las nuevas tecnologías, como el blockchain o los sensores inteligentes, reforzar todavía más esta red de seguridad?
Sin duda, es un tema que da para seguir profundizando. Gracias por acompañarme en este viaje. Hasta la próxima.